martes, 8 de enero de 2013

El inocente

Hola, esta es simplemente una historia que escribí, es algo corta pero eso no es lo importante en una historia espero que la disfruten:

El inocente

Esta es la historia de como me volví un inocente, un crédulo si lo desean.

Todo empezó hace tantos años que ya es ridículo contarlos. Había una mujer, como en casi todas las historias, y para mi era perfecta. Su sonrisa, su aroma a jazmín, el sonido de su risa, la curvatura de sus labios, la redondez de sus senos, su serenidad, su cariño y su temperamento, todo era perfecto, casi como si hubiese sido forjada en el mismísimo cielo para que yo admirara su belleza.

Con una mirada me enamoró, créeme, no necesitaba mas. Intenté por todos los recursos posibles averiguar su nombre, al final no fue mas difícil que darle unas pesetas a un pordiosero, su nombre era Isabel y era la hija de un mercader.

Un día tras verla pasar por la fuente, la seguí hasta su casa. Habrán sido unos veinte minutos de camino, ya el sol brillaba en un crepúsculo anaranjado cuando ella se acercó a su pórtico. Era una casa que resaltaba por no ser ni muy pequeña ni muy grande, como si quien la construyó hubiese querido decir que se podía ser elegante y modesto a la vez. Tras preguntar con unos vecinos, supe que la casa pertenecía a Julio Altamirano el mercader de pescado mas popular del puerto. Isabel Altamirano, hasta su nombre me parecía perfecto.

Podrá sonar perverso pero por un par de días solo me dediqué a observarla. Su caminar alegre, el vaivén de sus cabellos castaños, la manera en que cargaba su canasto siempre lleno de lirios blancos y como se quitaba las migas de pan de la comisura de los labios con un pequeño pañuelo blanco. Solo no tenia el coraje de acercarme. Es difícil de explicar, siempre supuse que su belleza me resultaba abrumadora.

En fin, después de un par de semanas de observación decidí que ya era suficiente, que nunca sabría que iba a pasar a menos que diera el paso. Así que un día simplemente me puse lo mas decente que tenia, claro sin exagerar, solo una camisa verde, pantalones color café, tirantes y zapatos del mismo color. Salí a la calles con aire confiado y la busque por ahí, la encontré sentada en los muelles, vestía un vestido color esmeralda y tenia los pies sumergidos en el agua.

-Hola...- Sofisticado.
-Hola ¿Te estoy estorbando? Disculpa.-
-No... No es eso... Soy Emiliano, pasaba por ahí y te vi... ¿Está todo bien?-
-Así que eres Emiliano, me preguntaba como te llamabas, me di cuenta que me seguías hace un par de días. Empezaba a dudar si me hablarías o algo.- Sentí que el mundo se me venia encima.
-¿En serio? Estoy tan apenado lo siento.-
-Debo decir que al principio me asusté, pero después alguien me dijo que no tenias mala intención.-
-¿Puedo saber quien?-
-Bueno, no eres el único que habla con pordioseros ¿Lo sabias?-

De manera inesperada la platica fluyó de manera natural, tan natural que no lo parecía. Yo me hundía en cada palabra y Ella parecía realmente interesarse en lo que yo tenia que decir. Hablamos de mil cosas: Los negocios de su padre, los tejidos de su madre, las hermanas que estudiaban en Bruselas, mi empleo en la herrería con mi padre, mi hermano y su afán por tirar botellas con mensajes al mar... Tanto que me resulta difícil recordar.

La noche cayó, caminamos un poco, las lamparas en las calles ya iluminaban un poco gracias a las velas de parafina y los ojos de Isabel me contaban historias de amor y de sosiego. Y eso era mas de lo que podía pedir. La acompañe hasta su casa, el único sonido en el aire era el de su madre cantando una canción sobre aves que se van y no vuelven, me puse frente de ella y dije:

-Ha sido una tarde esplendida.-
-Si, a mi también me lo pareció.-
-¿Puedo verte mañana?-
-No lo se, normalmente me negaría, pero hay algo en ti que me hace decir que si.-
-Entiendo, entonces te buscaré mañana al atardecer.-

Y así lo hice. Todos los días durante un mes justo al atardecer me paraba bajo sus ventanas con un ramo de lirios blancos a esperar que ella se asomara, y cuando por fin lo hacia solo nos veíamos a los ojos, solo nos veíamos, sentíamos el placer de cada palpitar, de cada segundo, y eso era amor. Caminábamos bajo la luz de los candelabros, bebíamos vino y mirábamos las estrellas. Amaba a Isabel, amaba como me hacia sentir, amaba lo que era, pero sobre todo amaba lo que eramos.

De pronto un día caminando por la costa, ella me soltó la mano, antes de poder decir algo me di cuenta de que Isabel estaba llorando, el sol en el horizonte agrandaba sus lagrimas, era casi como si pudiera ahogarme en ellas y dejar que me consumieran fundiendo sus minerales con los míos.

-¿Que pasa?-
-Emiliano, hay algo que no te he dicho.-
-¿Algo como que? Me preocupas.-
-Mi padre insiste en que me vaya al colegio para señoritas con mis hermanas en Bruselas. Me embarco mañana.-
-¿Hace cuanto que lo sabes? ¿Porque no habías dicho nada?.-
-Lo se hace una semana, solo no sabia como decirlo.-
-¿Volverás?-
-No.-
-Pero no puedes estar en el colegio toda la vida.-
-Mi padre me ha arreglado con el hijo mayor de su mayor cliente.-
-¿Te volveré a ver?- Pregunté ya con lagrimas en los ojos
-No lo sé.-
-¿Escribirás?-
-No, Emiliano, no te atores conmigo, debes seguir adelante. Por ahí esta la mujer indicada para ti, y esa no soy yo, solo abre bien los ojos y la encontraras, te lo prometo.-
-Pero no quiero a nadie mas, te quiero a ti Isabel.-
-Ya hablé, solo abre bien los ojos.-

Regresamos a su casa en silencio, al llegar noté que todo estaba a oscuras. Ella me dijo que sus padres estaban en un baile por el aniversario de bodas del alcalde, me invitó a entrar y tan pronto como cerramos la puerta nos tomamos a besos y avanzamos hasta la habitación principal. Hicimos el amor de una manera celestial, caso animal: las caricias, los besos, los rasguños, los susurros en la oscuridad, mis manos recorriendo cada centímetro de su cuerpo como si no hubiese un mañana, como ella arrojaba su sexo como el mar avienta una ola. Creo que nunca lo podré olvidar.

Después de nuestro encuentro ella dijo que sus padres volverían pronto y que debía marcharme. Caminé solo a casa, tuve que escabullirme ya que mis padres nunca supieron que me fui en primer lugar, no es que fueran malos padres, solo eran algo distraídos. Me senté en mi cama y no pude evitar llorar desconsolado, me sorprendió no despertar a nadie, quizá creyeron que era un par de gatos en pleno rito de apareamiento, yo que se.
La noche corrió y la mañana resplandecía en el horizonte, cuando la luz golpeó mis ojos debieron haber sido las diez de la mañana y yo no sabia en que momento me había quedado dormido, solo recordé que Isabel dijo que zarparía temprano en la mañana. Cogí mi camisa por apenas un poco, salí de mi casa y corrí como loco hasta los muelles.

Por las calles todos me veían como si estuviese loco o algo así, casi atropello a un par de ancianas, a un marinero y a unos tres perros pero llegué por poco, Isabel ya estaba zarpando, corrió hasta la popa del barco y grito algo, pero no pude escuchar mas que “¡Mi promesa!” y recordé lo que había dicho la noche anterior “Por ahí esta la mujer indicada para ti, y esa no soy yo, solo abre bien los ojos y la encontraras, te lo prometo.”. Regresé a la fuente y me senté a pensar en todo.

Algunas personas me llaman crédulo, por creer en la promesa de Isabel. Pero son personas que han perdido la fe, la fe en algo en lo que yo creo fervientemente. Le llaman casualidad, afinidad, engaño o compensación. Yo solo le llamo amor. Y desde ese día me siento en esa precisa fuente para buscarlo.Si eso me convierte en un inocente, un credulo o un idiota ya no me importa mas.


                                                                              Abraham Paz 




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